Fundamentalmente, la educación física formó parte de estas
sociedades con el fin de educar al individuo física y moralmente, de manera que
estuviera preparado para conflictos bélicos.
Sus habitantes se involucraban en una gama amplia de
actividades, desde la equitación y arquería hasta los juegos con bolas y el
baile. Estas actividades formaban parte de su vida diaria común.
Posiblemente, la civilización que mayor impacto tuvo en la
educación física y deportes fue la Hebrea.
Los jóvenes participaban en programas de ejercicio físicos
con el fin de poder desarrollar su fortaleza muscular y tolerancia. Fuera de
propósitos militares y de salud, el
desarrollo físico de los egipcios estaba dirigido hacia un fin vocacional,
recreativo o religioso.
El clásico guerrero entrenaba físicamente en cacería,
carreras de carruajes, uso de armas y lucha. Se practicaba la lucha,
levantamiento de pesas, deportes acuáticos, música, el baile, gimnasia y juegos
sencillos con una bola.
En Persia, se consideraba a la educación física como un
instrumento para desarrollar individuos fuertes y vigorosos, con el objetivo
principal de preparar física y moralmente a su ejército.
A la edad de seis años se iniciaba en los niños un programa
de entrenamiento riguroso. Este tipo de entrenamiento consistía de caballería, arquería,
la marcha, la caza y juegos activos para el entrenamiento de lo físico y para
un compromiso hacia la verdad en la educación moral.
El énfasis era que estos niños aprendieran aquellas
destrezas motoras necesarias para el desarrollo óptimo de un soldado, listo
para el combate. Una vez se alcanzaban los doce años, el soldado tenía que
cruzar ríos a nado con su armadura, protegerse contra los fenómenos
climatológicos y desarrollar otras estrategias para poder subsistir.
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